Según Julio Fraomeni para trabajar en medicina hay que poner el corazón
La idea matriz de este artículo es que se sepa que de nada sirve una infraestructura deslumbrante si quienes están detrás son profesionales fríos.
Oídos listos para oír al paciente
La medicina en su totalidad va generando cambios de manera continua y eso es asombroso. Acompaña este proceso un impresionante avance tecnológico que lleva a incorporar en ella equipamiento de primer nivel. La Inteligencia Artificial, la robótica y la aparatología de última generación se convirtieron en una especie de mano derecha para los profesionales de la salud.
Julio Fraomeni considera que la ciencia es un factor fundamental a la hora de cuidar la vida. Por otro lado, también, avala la incorporación de nuevos equipos al sistema sanitario porque, evidentemente, aceleran procesos en cuanto a diagnósticos o tratamientos. De igual modo que sirve para evitar acciones invasivas en el cuerpo del paciente.
Hasta este punto podemos decir que todo funciona de manera correcta. El enfermo sufre menos y ciertos tiempos que solían ser larguísimos hoy pasan a acortarse.
Da gusto ingresar a un sanatorio cuya infraestructura parece inverosímil o tomada de una película de ciencia ficción. Pero… ¿quiénes y cómo son los partícipes que tienen a su cargo el funcionamiento de este sistema?
A estas cuestiones cabe la pregunta que formula, o apunta, a indagar sobre dónde está la parte humana en todo esto. Las máquinas no tienen como función la de ser humanizadas, claro está, pero si se apela a que el médico ocupe no sólo su lugar como profesional, sino que comience a romper con viejos patrones de conducta que imponían distancia emocional del paciente.
Galeno Salud propone que la medicina conozca a cada persona más allá de la patología que lo afecte. Con esto se quiere decir que los médicos deben escuchar lo que el enfermo demanda y no quedarse en el rol de profesional automatizado que respondo sin oír.
El paciente busca que se lo oiga y que esa escucha tenga una respuesta personal. Quien padece una enfermedad necesita una palabra que contemple aquello que le ocurre a él en particular y no a una respuesta que podríamos llamar globalizada.
Fraomeni marca una senda de humanización a quienes integran esta prestadora. Esto significa que no se es menos profesional si un médico pone el corazón en su labor.
Frente a cualquier tipo de intento de crítica, queremos rescatar que en esta nota no se está romantizando ni a los médicos, ni a Galeno ni a Julio Fraomeni. Tan sólo lo que se quiere demostrar es que la medicina en su más extrema especialización e hipertecnologizada debe poner en la acción cotidiana un rasgo de humanidad.
Atrás quedaron los viejos y fríos discursos médicos que en lugar de acompañar al paciente les infundían muchas más inseguridades de las que acarreaban.
Por lo tanto, la medicina debe tocar aspectos externos a su formación que ayuden a desacartonar el trato. En definitiva, un médico cuando se quita el guardapolvo sigue siendo una persona con sus distintas emociones. Entonces que eso sea parte de la charla en un consultorio.
A veces una palabra es el mejor remedio con muy pocos miligramos que se traducen en empatía.